Agustín de Andrés Ferrero
Nació en Molezuelas de la Carballeda (Zamora, España). Andador solitario de tejados, inseparable vagabundo de lo humano, amigo del dolor y de la farsa, poeta menor con vocación de olvido.
Apuesta contra el viento por ver quién desvive la tristeza de los árboles. Se pierde por caminos.
No encuentra, busca.
Licenciado en Filología hispánica y diplomado en Filología clásica por la Universidad de Barcelona (España).
Amén de otras muchas cuitas y oficios, reside en Barcelona, donde ama y enseña la Lengua y la Literatura (españolas), en el Instituto Salesians, de Sarrià. El aula es su pasión de vida irremediable, la concepción del misterio.
Es autoeditor: sale al paso de la imprenta, desde la hoja en blanco, los ojos tipográficos, hasta el principio del ovillo en tus manos. Y le satisface.
Ha publicado cuatro libros, por este orden:
El niño de agua (cuento infantil de 3 a 80 años), Recortes de poema (poemario), El cantar de las hoces corvas (poema épico breve –Epilio- de 411 versos, al modo alejandrino) y El regreso a la medida (relatos breves y aforismos).
Lleva la poesía a recitales poéticos desde hace años, y pide la paz y la palabra.
Prefiere el té al café, y el chocolate derretido al té, y el lobo al león, y la tortuga a la liebre, y la cigarra a la hormiga, y el perdón al agravio, y el pentagrama al ruido, y el silencio al pentagrama, y el pan al tenedor, y el mar, el mar, el mar …
Se encierra en soledad con los inmortales y escucha su voz la mayoría de las veces. Otras, afila, inconsolable, el cuchillo de la ofrenda, para sacrificar las palabras y vaciarlas de su hermosura, de su imprecisión, de la incestuosa metáfora, porque la escritura, el poema, son su esplendor en todos los rincones, su desconcierto, su desposesión.
Dice que las palabras nunca dicen lo que piensan, prefieren la memoria para recordar lo que olvidaron, y que un libro es la única realidad, donde acaso es posible dudar. El verso, su herida, su memoria, su desierto, su extensión.
Parafraseando a Fernando Pessoa, si alguien quisiera saber más de él, sepa que todos los días son suyos.
agustín de andrés ferrero